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PERSPECTIVA

Cómo desenmascarar tu mayor debilidad

El deporte—una actividad elogiada y admirada por todos—es de las pocas industrias que trae una consecuencia clara y objetiva: definir un ganador y un perdedor. Lo mismo ocurre con las guerras, los juegos y las contiendas políticas.

 

Son estas contiendas las que nos paralizan y nos convierten en espectadores. Guiados por la curiosidad, pues queremos averiguar cuál adversario resultará victorioso.

 

Esto, debido a nuestra infatuación por ganadores. Los elevamos a pedestales casi místicos, quizás por pura admiración de sus hazañas, o quizás porque quisiéramos también proyectar nuestro mismo potencial en sus victorias.

 

Después de todo, todos queremos ganar ¿no? Soñamos con coronarnos campeones de industria, ser reconocidos y bien compensados.

 

El mismo “American Dream” lo incentiva. Si no compites en estadios deportivos, campos de batalla, o en las urnas públicas, existe otro método para tabular ganadores: Las cuentas bancarias. En nuestro sistema capitalista, se batalla a diario para ser universalmente reconocido como el mejor, para así cobrar mejor. Entonces, la meta ya no es solo ganar, sino que hay que aplastar a la competencia para así acaparar el mercado.

 

Sin darnos cuenta, nuestro diario vivir se torna en un ciclo de competencia interminable, donde caemos en el juego de estar constantemente tabulando, midiendo y comparando con los demás para descifrar si estamos ganando en el juego de la vida.

 

Muchos dirán que “eso es lo que hay” o “meta mano” para que también puedas considerarte un “ganador”.

 

En parte tienen razón. Bajo esta constante medición y tabulación, poseer esa sed competitiva por “ganar”, sin duda, puede llevarte a capturar esa santísima trinidad: Dinero, Fama y Poder; pero el problema estriba en que la misma fórmula que te empuja a la hora de alcanzar estos objetivos, también pudiera engrandecer y desenmascarar tu mayor debilidad: Tu ego.

 

El problema es que nuestra cultura idolatriza el individuo considerado como el mejor. Mis atletas preferidos cuando me criaba—Michael Jordan, Kobe Bryant, Floyd Mayweather, Tiger Woods, y Cristiano Ronaldo—todos, además ser superestrellas en sus deportes, poseían dos características comunes: psicopáticamente competitivos, y altamente egocentristas.

 

¿Y en los negocios? El innovador más admirado y celebrado de nuestra historia contemporánea—Steve Jobs—además de ser un brillante creativo y visionario, era notorio por su actitud pedante y pésimo trato a sus empleados.

 

¿Y la música? Hoy día la música popular—el hip-hop, reggaetón o el trap—se caracteriza por establecer quién es el mejor, quién es el más que gana, y quién está con más jevas.

 

Añádele la entrada de las redes sociales, donde a través de la tabulación de los seguidores, nace otro mecanismo para medir, competir y comparar, y nos encontramos quizás en la era más individualista de la historia.

 

¿Nos debería sorprender entonces que el Presidente de la Nación Americana sea un narcisista, egocentrista que está obsesionado en recalcar que es un ganador?

 

¡Con razón uno termina formando parte del circo!

 

Desde que recuerdo, soy sumamente competitivo. Competí con las notas en la Universidad, competí para conseguir la oferta de empleo aun habiendo sido rechazado en el internado, competí para sacar mi reválida de CPA antes que mis compañeros, y actualmente compito a diario con mis amigos del gimnasio y en mis labores creativos. No era suficiente ser bueno, había que ser el mejor.

 

No fue hasta reciente cuando me topé con un libro llamado “Ego is the Enemy” que por fin pausé para evaluar mi perspectiva.

 

En su libro, el autor Ryan Holiday, argumenta que en cada etapa de nuestra vida: El ascenso, El éxito y El fracaso, nuestro ego—impulsado por nuestro espíritu competitivo—estará constantemente intentando obstaculizar nuestro progreso.

 

“Precisamente aquello que nos hace tan prometedores como pensadores, creativos, “do-ers” y empresarios, y por consecuencia nos puede elevar a la cima de nuestros campos, es lo mismo que nos hace vulnerables este lado más oscuro de la psiquis—el ego”

 

Expone que, en el ascenso, el ego te impide arrancar por miedo a fracasar o lucir mal.

 

En el éxito, el ego te seduce, haciéndote creer que eres mejor de lo que realmente eres, desconectándote así de la realidad y la retroalimentación objetiva.

 

En el fracaso, el ego te impide superar obstáculos y adversidades, como también te impide retirarte a tiempo, cuando el camino claramente no parece ser el apropiado para ti.

 

Este mensaje me marcó.  Aquí estaba leyendo a un autor, quien a su corta edad de 31 años, ha publicado 3 “Best-Sellers”, y quién se ha convertido en uno de los mejores escritores en el género no-ficción a nivel internacional, promoviendo un mensaje cada vez más escaso en nuestra sociedad: practicar humildad como herramienta de éxito.  

 

Al parecer, ¡al que no le gusta el caldo, se le dan un par de tazas!

 

En mi autoevaluación encontré que estaba constantemente midiendo y comparando con los demás. Que usaba las redes sociales mayormente para compartir y promocionar logros, en vez de añadir valor, y que, con cada meta trazada, me alejaba más de la realidad.

 

Sea pasando la reválida, publicando una columna, obteniendo una evaluación positiva, de una forma u otra terminaba recostándome—sin razón—de mis laureles. Dejaba de buscar retroalimentación objetiva y me ponía a la defensiva si me confirmaban lo que ahora sé: que había perdido el hambre requerido para mantenerme y no quería escuchar la verdad.

 

Por suerte, esta lectura coincidió con el lanzamiento de mi nuevo proyecto: La Maestría. Un programa de vídeo entrevistas a expertos, quienes considero maestros en sus respectivas industrias, para extraer consejos, mejores prácticas que todos podamos aplicar en nuestras propias travesías.

 

En un momento que en el pasado hubiera estado celebrando y golpeándome el pecho, me encontré recordando la sabiduría del autor;

 

“Solo al remover nuestro ego, es que nos quedamos con lo que es real. “El ego es robado, la confianza es ganada”.

 

Lanzar un proyecto nuevo, cambiar de industria, crear un servicio o producto, todos son procesos que, aunque nos llenarán de orgullo, traerán un proceso incomodísimo de retroalimentación. Entonces, para ganarnos esa confianza silente, debemos luchar contra el orgullo para escuchar esa crítica constructiva.

 

El viejo refrán insiste, uno primero debe aprender a ignorar los aplausos antes de ignorar las críticas. 

 

La mayoría de nuestras ambiciones van a requerir lo mejor de nosotros. Ser competitivo no es malo, es cuando permitimos que esa ambición por sobresalir nos infle el ego y nos desconecte de la realidad. Es cuando atropellamos todo en búsqueda de esa validación.

 

La clave entonces es atemperar ese fuego competitivo con humildad.

 

Así podrías alejarte de la mentalidad “ganar a cualquier precio” para evadir la pesadilla que vivió Lance Armstrong—ciclista superestrella, quién empujado por su ego competitivo terminó cometiendo trampa, e intentó cubrir sus hazañas a través de mentiras para preservar su gloria, solo para perderlo todo al ser expuesto como un falso.

 

Además, fuera de los deportes, conflictos y contiendas inventadas por nosotros los humanos, nuestro diario vivir no es una competencia real. No permitas caer en el sufrimiento crónico de envidiar y de compararte constantemente con los demás. Todos caminamos por valles distintos, en tiempos distintos. Aceptar esto trae una paz mental que te permitirá enfocarte en lo que para ti sea importante.

 

No importa si estás comenzando tu carrera, cambiando de industrias, si ascendiste de repente como Bad Bunny, o si llevas 11 años intentando regresar tus tiempos de gloria como Tiger Woods, el enfoque debe ser el mismo.

 

Enfocarte en ti y en lo que puedes controlar. Ejercer perspectiva. Practicar como artesano. Buscar retroalimentación objetiva. Respetar al adversario, el mercado, la prueba y el proceso en general.

 

Así es que poco a poco la confianza podrás acumular.

 

Así es que silenciosamente podrás domesticar tu mayor debilidad.

 

Saber que en las buenas o en las malas, hay que practicar siempre, la humildad.

 

Sobre el autor:

Soy CPA, Escritor, Conferenciante y Pasado Presidente del Capítulo Profesional de ALPFA Puerto Rico. Como eterno optimista, mi meta es compartir historias, que logren inspirar, motivar y ayudar a mi generación puertorriqueña para que juntos podamos contribuir activamente al renacimiento de nuestra Isla.

 

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Publicado: 07 de noviembre del 2018